lunes, 28 de septiembre de 2009

Nostalgia



Sentada tranquilamente en aquellos escombros y dando secas largas y profundas a un cigarrillo que había encontrado en el fondo del ropero, pensaba en miles de momentos pasados pero más que nada pensaba en mi infancia. Pensaba, en realidad, lo que cavilaba en aquellos años de inocencia, era raro notar que aún pienso igual pero sólo se anexan problemas.
Profundos suspiros derramaban aire, nostalgias y humo que invadían mis ojos y mi corazón, me decía ¿cómo no volver a ser niña otra vez? ¿Por qué seguir creciendo? Y muchas preguntas más rondaban por mi cabeza…
Los escombros que en algún tiempo formaron un hermoso banco en el que solía jugar, tramaban la perdición de mi paciencia, estaban deseosos de ver la primera lágrima. Me maltrataban sin siquiera moverse de donde estaban.
Los arbustos se movieron llamando mi atención, el viento no quería verme llorar de nuevo, ni tampoco la noche. Todo lo que me rodeaba parecía estar de acuerdo, sólo el escombro empecinado seguía con su plan macabro. Esos arbustos me hipnotizaron, bailaban al ritmo de un tango de julio sosa que se oía distorsionado por culpa de unas cortinas rojas.
El cigarrillo parecía eterno, quemaba mis pulmones. Un perro flaco e indeciso buscaba comida en el contenedor. Yo meditaba ya sin pensar, la mente en blanco, la mirada perdida y sin brillo, la tristeza giraba a mí alrededor.
Tiro el cigarrillo espantando al perro, me levanto y emprendo la vuelta a casa. Sentí que todo sonreía y yo sonreí también, comprendí que la soledad no existe. Esa noche dormí como nunca y por primera vez en mucho tiempo no me atacó la enfermedad de los poetas.

1 comentario: