
Afuera el mundo seguía con su tiempo, pero más acelerado que de costumbre. La gorda ladraba a más no poder y mi cabeza estaba en su cuenta regresiva, de un momento a otro iba a explotar como nunca lo había hecho.
En un intento por tranquilizar el sonido chillón que producían los ladridos de la gorda, escuché el golpe del llamado a una puerta, la de casa no era. El olor era cada vez más penetrante y vivo. Vuelven a golpear la puerta pero ahora mucho más fuerte, en realidad no llamaban sino que querían entrar en el departamento enfrente de casa.
Ese día no me peine, ni tampoco tenía puesta ropa adecuada como para salir a chusmear un poco. Asustada como estaba y con mi cerebro suplicando silencio, abrí la puerta para ver que era todo ese escándalo… uno de mis vecinos hacía palanca con un fierro oxidado como la chatarra de años e inmenso como un brazo humano. La fuerza que aplicaba sobre el fierro era increíble… es inquietante ver a un hombre trabajar de verdad. Cuando nota mi presencia a pocos pasos de él, se anima a decirme:
-se le quema la casa al Fortunato…- palabras liberadas de la manera más tranquila que puede existir.
Mi mente, alma, cuerpo, cerebro, nervios, sangre, piel, pelos erizados… todo vuelve a la normalidad, a lo tranquilo. Pero la gorda aún gritaba como loca en el balcón de casa. Sabía que lo que estaba sintiendo no era de mucho agrado para el resto… decidí callar. Sólo las típicas palabras que suenan en esas ocasiones me atreví a formular y dialogar con la manada de vecinos que corrían desesperados y miraban perdidos entre tanto escándalo. Irónico que sólo suceda con sucesos comunes y cuando se roban hasta la pintura de las paredes nadie tiene ojos, ni boca, ni oídos, y todo es “normal”. Les presento el barrio.
Nunca me separé de la madera muerta de la puerta, estaba como espectador en la primera fila de honor al show del año, no pensaba moverme de ahí.
Entre la manada de animales o gente o vaya a saber qué eran en ese lapso de tiempo, se acerca a la puerta que nunca abre la monstruosa inmensidad de todos los vecinos con su pierna de titanio tirando la puerta abajo con tan sólo cuatro patadas.
Una nube negra de humo y hollín nos ataca dejándonos sin respiro por unos segundos. Entran y salen sin parar tres o cuatro vecinos a la casa del Fortunato, buscando… buscando… ¿qué? Al mismísimo Fortunato. Un lobo estepario harto de su familia al que le gusta dormir encerrado bajo treinta mil candados. Todos pensamos y sentimos que esa misma nube que nos atacó había accionado sobre el viejo primero, al tiempo en que mi nariz percibía el aroma a cables quemados.
Según el relato del vecino que tira las puertas al suelo…
-no veía nada, así que decidí lanzarme a la cama e inspeccionar con mis manos y cuerpo para ver si él estaba ahí. Pero no… no… no hay nadie- y lloró como un niño al que le quitaron sus deseos.
El humo aún amenazaba nuestras cabezas. El hombre mata fuegos efectivamente mató al fuego. Y ahí, el departamento del Fortunato, parió un ventilador viejísimo, derretido, negro, con cables que parecían brazos… un horrible monstruo, sólo le faltaba hablar como tal.
Las miradas parecían no entender, como si fuese la primera vez que pasaba en el barrio, en la ciudad, en el país, en el mundo… pero como todos sabemos, siempre existirán esas caras y expresiones, algunas con verdad otras actuadas… pero todos iguales: brazos cruzados, apoyados en un pié tratando de ver algo que no ven, balanceándose de un lado a otro, preocupados y en grupos de tres o dos separados entre sí por unos pocos centímetros. Y yo… en primera fila, obviamente demostrando preocupación, al fin y al cabo… pobre hombre ¡se le estaba quemando la casa!
Y si… los bomberos, policías y todo lo que conlleva llegaron diez minutos tarde… una eternidad. El fuego no estaba, decidió escapar de la muerte y voló a otro lado.
Entran y salen una ensalada rusa que tenía bomberos rojos, policías azules y vecinos que se creían bomberos y policías.
Entre miles de palabras que ya estaban calentando mi cabeza de nuevo oí decir claramente_
-Acá no pasó nada… sólo fue un ventilador mal enchufado-